sábado, 25 de octubre de 2008

El Súper


Ayer fui al supermercado. Suelo ir una vez por semana y ayer me tocaba.
Ir al Súper puede parecer cualquier cosa pero… no lo es. Creedme para mi, NO – LO- ES ¡!!!
Ir al Súper es como ir a la guerra. Es como el Irak del día a día. El Vietnam de lo cotidiano.
Yo cuando voy a comprar, justo antes de entrar tomo aire y me digo” Venga Adolfo.. Valor ¡!!” y entro.

Antes tengo que ver e indagar en los antecedentes históricos.
Tenéis que tener en cuenta que mi generación ha crecido, lamentablemente por una parte, de la siguiente manera; Los niños jugábamos a ser Mazinger Z y las niñas jugaban a las cocinitas y a los supermercados. Pues ahí tienes los resultados. Estoy totalmente preparado para entablar una batalla a muerte con un monstruo mecánico pero no para el súper.
Paso todo el tiempo intentando estar pendiente de todo, que si sacar nº de la charcutería, que si que no se me olvide nada, que si el carro… un nerviosismo. Y mira que llevo años haciéndolo pero nada.

Para ir al súper tengo que tener los cinco sentidos puestos en ello. Estar totalmente lúcido y concentrado. El viernes me llamaron los amigos; - “Adolfo, te vienes a tomar una cerveza???. – “Quita quita, imposible, me tengo que acostar pronto que mañana tengo que estar descansado para ir al Súper.”

Una vez allí, nada más entrar ya tienes la primera disyuntiva: Carro o cesta???. Porque claro, cuando vas una vez al mes no hay duda, pero estas compras semanales engañan. Al final siempre coges una cesta… pues bien, 47 segundos y una estantería más adentro, ya la llevo desbordada, con lo que suelo terminar la compra con los productos “apilaos” de manera anárquica que parece aquello una escultura de Chillida. Muy mal.

Después llegas la primera línea de fuego…, las trincheras más cruentas……. La zona de Carnicería (si es que hasta el nombre es premonitorio).
Diossss!!!!! No siento las piernas!!!!! Eso si que es duro.
Llegas y allí están todas las veteranas y excombatientes de tantas y tantas batallas, con los dedos llenos de cicatrices de tantos nº de turno que han sacao… Las Marujas.
Yo llego allí y me siento como el Soldado Ryan de los embutidos. Solo. Abandonado a mi suerte.
Una vez llegado este punto pueden darse dos tipos de situaciones:

A- Guerra tecnológica: Es cuando el contador de turnos está en marcha. Es una guerra entre la máquina y tu, esa máquina infernal que muestra el número en color rojo sangre y que pasa sus cifras con un característico sonido de fondo que es ; “miiiic… el doce…mic el trece…. Miiiiic… el catorce” y ahí… con el cuerpo entero en tensión pensando…”hostia que se me pasa… hostia que se me pasa… ya verás tú como parpadeo y se me pasa el turno…” y a todo esto… miiiiic .. el quince y tú gritas “ Yooo.. aquí” pero como van follaos… simultáneamente a tu grito de desesperación ya le han dado otra vez… “miiiiiccccc .. dieciséis” y una Maruja dice “aquí ¡!!”.. pero tú te reivindicas “Perdone señora, pero es que llevo el quince, y como va tan deprisa” Y esta señora te mira de arriba abajo… levanta una ceja y dice… “bueno” perdonándote la vida, pero claro el dieciséis ya está marcado en la pantallita y ya estás todo el rato incómodo, y si no.. ya se encarga la señora de mirarte como diciendo “venga macho que estás en mi turno”. Es necesario todo esto???

B- Guerra del cuerpo a cuerpo: Esta es la más dura. Es la de “Quien da la vez?”. La maquinita está apagada y el turno se da de boca en boca. Date por muerto. Da igual donde estés, la hora que sea o si hay poca gente… justo cuando te va a tocar aparece una viejecita con aspecto entrañable y te dice “te toca a ti nene?” – “Sí señora” respondo amablemente. “Te importa si paso yo primero? Es que tengo la olla puesta en casa y… si son dos cositas” “Sí sí.. no se preocupe pase pase”. Por supuesto la ancianita está 35 minutos comprando pa un regimiento. Además con un nivel de exigencia que ríete tú de Madonna con los hoteles; “Nena no me lo hagas muy fino” “Nena trocéamelo que es pal guiso” “Nena… no tienes un pedazo más fresco???” Diossss! Y es cuando empiezas a preguntarte, dada la cantidad de comida, si es que la señora se va a recluir en su casa hasta que el señor tenga a bien llevársela, entonces suelta la frase, esa frasecita que la delata, esa que te hace ver que eres el pardillo de la cola…, “Es que como mañana vienen mis hijos a comer…” y tu piensas…”así que tenías puesta la olla eehhh???? … dos cositas ehhh??? ” y notas ese característico olor a azufre… “Hija de Satán ¡!!!!”
Nunca gano en estas batallas. Soy un débil.

Por cierto, como vayas con un carro, siempre encontrarás a un reponedor con un palet cruzado en medio del pasillo.
Y por supuesto, como hayas decidido coger un carro, este tendrá las ruedas mal y siempre tendrá tendencia a doblarse hacia el lado o estantería que más llena esté de cosas delicadamente apiladas. Claro, tienes que conducir todo el rato haciendo fuerza para el otro lado y terminas con los brazos como Rambo.
-Coño Adolfo??? Vas al gimnasio???
No. He ido al Súper y he cogido carro…

Luego otra cosa que me hace tener que estar concentrado son los precios. Tienes que estar haciendo todo el rato cálculos para ver lo que interesa o no interesa más. Que si reglas de tres que patatín que si patatán. Cuando mi profesora de matemáticas me decía “Adolfo, estudia que sin las matemáticas no se puede ir a ningún lado” yo me imaginaba algún centro de control aeroespacial, no pensaba que se refería al Súper.
Claro al final termino comprando el paquete de 11 kg de Nesquik, porque la regla de tres me dice que me sale más a cuenta.
Siempre llega el momento en que te preguntas, justo llegando a la caja, “A donde coño voy yo con 11kg de Nesquik???!!!!” Si al menos tomara Nesquik…

Sin lugar a dudas, el momento cumbre, la batalla llega a su cúspide en la caja.
Es como en las películas de Bruce Lee, donde siempre hay un combate final. Como Clint Eastwood en el duelo del final de cualquiera de sus Western.
Lo primero es elegir tu caja. Da igual, no te preocupes que elijas la que elijas, o la cerrarán faltando un turno para que te toque, o la tarjeta de crédito del que va delante de ti no pasa, o el último artículo del que está atendiendo antes que tú, no lleva el código de barras por lo que la cajera tiene que avisar por el micro “Auxiliar de caja, acuda a caja 5, auxiliar de caja a caja 5.. gracias” (siempre dos veces) Que tu te preguntas, “Coño ¡! Pero si todas lo hacen con la misma entonación y ritmo, exactamente igual. Entonces… la cajera… Nace o se hace?”
Y por supuesto no se te ocurra ponerte en la “caja rápida” porque no existe cola que vaya más lenta en el mundo, ni la del médico vamos ¡!!!
Después hay un personaje al que ya le he cogido hasta cariño, porque es tanto el tiempo que nos hace perder que ya “le pega la vuelta al marcador” hasta hacernos reír.
El Jubilado. Ese que tarda 65 años en jubilarse y 60 en pagar. Ese que dice; “Que te debo bonica?” a la cajera, como si el súper fuera de la chica. “Son 14,65 por favor”, y tu dices … no… no.. no por favor… no lo hagas, pero sí, sí lo hace, saca el monedero de esos que lo aprietas por los lados y se abre y lo vuelca sobre la cinta trasportadora de caja dejando ver las 6000 moneditas de céntimo, dos céntimos y cinco céntimos y… empieza a apartarlas con un solo dedo empujándolas en dirección a a la cajera mientras cuenta a media voz (normalmente en valenciano); “dos, cuatre, sis… i cinq son onse… i cinq vintiú…” y así hasta que oyes “Toma guapa, esto te hase un euro” y tu piensas “Un Euro ¿??¡!!!... SÓLO???!!!”… y que haces, dejar la cesta en el suelo y sacar el MP3.

Tarde o temprano llega tu turno.
La cajera te saluda con un “Hola” mientras levanta un momento la mirada. Tiempo suficiente para darte cuenta que en toda tu vida has visto a nadie que vaya tan maquillada, perfilada, cejas parriba, contorno de ojos, pelo planchao, mascarilla de base color.. no sé qué.. joer!!!!, que te preguntas; Estas chicas quien las pone aquí??? RRHH de Mercadona o Maybelline New York???

Definición:
Velocidad del sonido= a la velocidad del paso de artículos por el escaner, de cualquier cajera del mundo.

Ya puedes tú correr metiendo cosas en las bolsas, la cajera está ahí para imponer su supremacía, para dejar claro que la que manda es ella. Y empiezas a oir , pip, pip,pip… y cada pip un artículo, pip, pip… y tu pensando por favor, que se atasque uno y avise a la auxiliar de caja, pero claro, tus artículos pasan todos a la primera, sólo se atascan los de los demás. Total que mientras yo he metido dos paquetes de jamón York en una bolsa, bolsa que por cierto he roto con el canto de los paquetes, ella ha pasado por el escaner toda mi escultura Chillida, ha metido en bolsas todos los artículos, me ha sacado la cartera del bolsillo, ha pasado la tarjeta, y ya me está esperando con el papelito y el Boli para que firme, y como soy un empanao, no me doy cuenta de que me está esperando hasta que dicer “Señor?!!”… Señorrr!!!... y claro como uno no se acostumbra a que le llamen “Señor” porque siempre me habían dicho que el Señor está en el cielo, y por muchas canas que afloren, pues nada. “Ah sí… perdona”.. y firmas.
Claro, recoje todas tus bolsas a toda leche porque si no el que viene te invade literalmente, te sientes ultrajado y expulsado. Y allá te vas, con 20 bolsas colgando de cada dedo que cuando llegas al coche los tienes completamente moraos, y piensas, “y esto… no lo regula ningún organismo oficial??? Por que homologan estas bolsas asesinas?? Cualquier día voy a llegar a casa y…:
”chico y tus dedos??”.
– “Nada que me los han amputao por falta de riego sanguineo, como tuve que aparcar un poco lejos y llevaba la compra… no llegué a tiempo..”

Pero como no te das cuenta porque vas pensando “Y porque me ha llamado “Señor”???, y sacas cuentas y ves que la cajera nació aproximadamente en el año 82, y claro por aquel entonces yo ya jugaba de portero en mi equipo y corría detrás de las chicas de mi clase mientras la cajera venía al mundo.

Pero eso ya es harina de otro costal…

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